Durante nuestra vida académica escuchamos muchas veces la importancia de realizar un borrador cada vez que escribimos un texto de cualquier tipo.
Ya hecho, se procede a hacer una versión final en la que editamos cosas como la ortografía para ofrecer a nuestro receptor una buena experiencia de lectura. Pero, ¿qué clase de elementos debo revisar antes de entregar un texto? Bueno, en general se deben cuidar tres grandes categorías llamadas “propiedades textuales”.
● Adecuación. Esta categoría implica cuidar cosas como el tono o el nivel de complejidad del vocabulario pues siempre debemos tener en mente a quién va dirigido el texto. ¿Cuántos años tiene mi lector? ¿Es un investigador? ¿Lo conozco? Dependiendo de las respuestas, nuestro texto debe ser comprensible para ese receptor objetivo.
● Coherencia. El texto final debe mantener relaciones lógicas entre sus elementos. Por ejemplo, la conclusión debe ser consecuente con lo dicho en el desarrollo, o la introducción debe anunciar claramente el tema del texto. Además todas las oraciones deben tener una misión en el texto: ser ideas principales, secundarias, argumentos, etc.
● Cohesión. Aquí debemos cuidar el orden que guardan las estructuras gramaticales entre sí. Esto se traduce a un correcto uso de signos de puntuación y conectores del discurso (también llamados nexos y que pueden ir desde una preposición hasta una frase).
Aunque en un inicio puede resultar “fastidioso” el proceso de escudriñar nuestros textos antes de publicarlos, poco a poco se vuelve algo mecánico y normal, un hábito que nos ahorrará muchas penas en todos los ámbitos de nuestra vida. Y tú, ¿ya conocías estas propiedades?